SIN DESPERDICIO

Los hongos y residuos de cultivos, como la oliva y la vid, pueden reemplazar plásticos derivados del petróleo por otros que sean biodegradables y de bajo costo.

En La Rioja, los residuos generados por la cosecha de distintos cultivos suelen acumularse en los márgenes de campos, galpones y plantas de procesamiento. En marzo, el orujo de vid tiñe los rincones de color violáceo. En abril, comienza la temporada de la cáscara de nuez. Y así todo el año.
Un equipo de investigadores del Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja (Crilar–Conicet) decidió darle uso a esa materia prima usualmente marginada para elaborar materiales biodegradables de bajo costo, con el objetivo de reemplazar derivados del petróleo como plásticos y telgopor, para diversas aplicaciones, desde insumos para embalajes de productos comerciales hasta paneles para la construcción de viviendas.
“Trabajamos con distintos tipos de hongos y hacemos crecer el material”, dijo el biólogo Sebastián Fracchia, director del Laboratorio de Micología Aplicada del Crilar a TSS. “A partir del residuo elegido, formulamos un sustrato que funciona como alimento para el hongo y preparamos las condiciones adecuadas de luz, humedad y temperatura para que crezca. Después de unas semanas, ese sustrato fermentado se convierte en un biomaterial y se moldea según la aplicación que queremos darle”, precisó.
Para elegir la materia prima, lo primero que hicieron lo científicos fue un mapa de residuos de la provincia en el que identificaron 16 desechos de interés. Posteriormente, optaron por el subproducto de dos cultivos clásicos riojanos: el orujo de la vid y la oliva.
En tanto, la parte de los hongos era más sencilla. Fracchia explicó que para los biomateriales se pueden utilizar distintas especies, incluso comestibles, como las gírgolas. Las características del material resultante van a variar según el tipo de hongo y de sustrato elegidos.
Hasta el momento, los investigadores probaron con varias formulaciones y elaboraron prototipos de diversos elementos, como tacos para embalaje, mamparas para lámparas y pequeños paneles de 30 por 30 centímetros. “Tenemos algunas combinaciones de hongos y sustratos que ya sabemos que funcionan muy bien”, explicó Fracchia.
Además, están trabajando junto a dos arquitectos del partido bonaerense de San Martín, con la idea de producir paneles más rígidos que sirvan para la construcción.
Según TSS, si bien esta línea de investigación no precisa grandes subsidios por utilizar materiales de bajo costo, el laboratorio de Fracchia no ha sido la excepción en la crítica situación que enfrenta el sistema científico-tecnológico argentino, por lo que la dificultad principal para continuar con el proyecto radica fundamentalmente en lo económico.
“Estamos muy ajustados y eso se siente más acá, que estamos alejados de los grandes centros urbanos. El Crilar apenas puede pagar la luz y ni hablar de cortar el pasto. Aparte de la falta de fondos nacionales, tampoco llega financiamiento del Gobierno provincial. Además, yo tengo un subsidio adjudicado desde hace dos años y todavía no vi un peso y, cuando lo vea, no va a alcanzar para nada”, se lamentó.

Fuente: http://www.unsam.edu.ar
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