MAYOR CONTROL DE LA CONSERVACIÓN

Investigadoras de Bahía Blanca crearon etiquetas que cambian de color y podrían usarse para controlar que se cumpla la cadena de frío.

 

La iniciativa se basa en el uso de partículas de dióxido de silicio porosas.


Con la idea de contar con un dispositivo que permita conocer la historia de lo que pasó con un envase antes de llegar al consumidor, investigadoras de la Planta Piloto de Ingeniería Química (Plapiqui) crearon etiquetas que cambian de color cuando son expuestas a temperatura ambiente o a altas dosis de rayos ultravioleta (UV), que se podrían pegar en envases de alimentos para asegurar que se cumpla la cadena de frío.
Según un informe de Tecnología Sur Sur (TSS) de la Universidad Nacional de San Martín, el proyecto surgió como respuesta al Programa Apoyo a Ideas-Proyecto de este instituto de investigación del Conicet y la Universidad Nacional del Sur (UNS), en Bahía Blanca, con el que se buscaba que proyectos de investigación pudieran tener aplicación en la industria.
La iniciativa se basa en el uso de partículas de dióxido de silicio porosas que permiten la incorporación de diferentes moléculas sobre sus poros y que actúan como “puertas”. Estos mesoporos (poros de dos a 50 nanómetros) contienen un pigmento en su interior, que es retenido por esas puertas.
Cuando el material es expuesto al estímulo que se quiere sensar las puertas se abren y el pigmento es expuesto. Los estímulos que están buscando sensar actualmente son los cambios de temperatura, la exposición a rayos UV y los cambios de PH, pero también podría ser la presencia de algún gas en particular o muchos más.
Loreana Gallo, quien integra el proyecto, dijo: “Nuestra idea es comunicarnos con distintas empresas para validarlo y ver si les parece que es factible utilizarlo. Tuvimos una charla con una empresa del agro y les pareció interesante. Por los cálculos preliminares no parece ser algo costoso para las empresas, pero es algo que tenemos que validar en el laboratorio cuando nos enfoquemos en un producto, ahí vamos poder estudiar bien los costos”.
Otra de las aplicaciones sería poner etiquetas sobre indumentaria para saber si una persona estuvo expuesta demasiado tiempo a la luz ultravioleta del sol. También se podrían usar para detectar contaminación con TACC en productos para celíacos y para fabricar termómetros descartables.
Con este abanico de posibilidades, el grupo de investigación busca empresas interesadas en llevar este desarrollo al mercado. “Nos parece importante poder validar las ideas antes de comenzar una investigación como para poder comenzar nuestro trabajo sabiendo que el producto es interesante, que es necesario para alguien”, explicó Gallo.
Junto a Gallo, en el Grupo de Reactores Químicos y Tecnología de Partículas de Plapiqui, trabajó Esperanza Adrover. También forman parte del equipo Luciana Castillo, Yanela Alonso y Yamila Victoria Vázquez, pertenecientes al Grupo de Tecnología de Polímeros del mismo instituto.
El producto podría servir para dar más control al consumidor sobre los procesos y cuidados que debe seguir un producto desde la fábrica hasta la mesa. Su uso sería relevante en lácteos, medicamentos, cosméticos y productos congelados.